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martes, 26 de mayo de 2015

EL NIÑO ROBADO

 EL NIÑO ROBADO
Sentado ante la mesa del merendero, contemplaba el atardecer.
El sol se iba yendo poco a poco, ocultándose entre los árboles que delimitan la finca, dejando en el cielo un color mezcla entre naranja y rojizo, mientras una suave brisa traía hasta mi el olor de las hojas frescas de los castaños agitados por el suave viento.
Allí; a la sombra, se estaba fresquito, sentado en una silla de respaldo, apoyada la espalda hacia atrás, dejándome mecer por la brisa, como las verdes hojas de la floresta.
Mi mente se puso a retroceder en el calendario, hasta alcanzar ese punto indefinido en el tiempo, en el que se ponen en equilibrio presente y pasado, en el que divagando perdido, me encontré con algunos recuerdos de niñez.
Hoy, los años han pasado, y añoro aquellos tiempos en los que teniendo aún la inocencia de un niño, me quedaba absorto ante algunos atardeceres contemplados desde mi ventana.
Atardeceres como este de hoy, que he vuelto a revivir en primera persona y en presente.
Evocando aquellos viejos tiempos, el tiempo se me fue pasando deprisa, como si el reloj no quisiera dejarme disfrutar de aquel momento, para deleite de mis sentidos.
Mas en mi mente aun perviven los recuerdos de los pasados que ya disfruté en otro tiempo, justo antes de que alguien me robara el niño que llevaba dentro de mi.
Ese niño, que dicen que todos llevamos dentro, al lado del loco y del poeta que también habitan en nuestro interior, aunque no lo sepamos, y que tienen su morada justo al lado de ese órgano que se pasa la vida bombeando y bombeando el rojo elemento vital, por un laberinto de tuberías repartidas a todo lo largo y ancho de nuestro cuerpo mortal.
Un niño, del que jamás he vuelto a saber, por mas que lo he buscado e interrogado acerca de su paradero; mas, nadie me ha sabido nunca dar razón acerca de él.
Tal vez el que me lo robó, tenía una gran necesidad de llenar su vacío interior, aunque fuese con mi niño robado.
Tal vez tenía demasiadas cosas que recordar o demasiados pasados que olvidar y pensó que mi niño le podría ayudar a hacerlo...
El caso es que me lo quitó, y en su lugar quedó un hueco vacío, que aun no he logrado encontrar con qué llenarlo de nuevo.
Un hueco...un hueco grande y vacío, donde sólo habita la oscuridad y la nada...
Mas yo aún sigo buscándolo, por si acaso algún día lo encontrase, preguntándome entretanto dónde estará metido; dónde lo tendrán encerrado para que no vuelva a mi...
Con calma, remuevo con la cucharilla el vaso de café helado que tengo ante mi, y los hielos resuenan cantarines en su interior, como emitiendo una música cargada de promesas de frescor y dulzura, y mis ojos de nuevo se posan sobre las verdes hojas de los castaños, vueltas del revés por la acción de la brisa.
Mi mente se evade, cobrando vida propia, como si de otro ser diferente y autónomo se tratase.
Pienso...
Tal vez lo encuentre entre la etérea brisa que mece las copas de los árboles en esta tarde de verano, sentado a la sombra del merendero, contemplando el atardecer anaranjado...
Tal vez lo encuentre buceando entre mis recuerdos...
...Tal vez llegue a tiempo...Tal vez...
...Se está tan fresquito
JAVIER BELÁUSTEGUI
 Asturias – España

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